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Historia de la pesca submarina
Autora: Emily Junyent
El hombre y el mar
La pesca submarina tal y como hoy la entendemos es ciertamente una prĂĄctica deportiva joven, con poco mĂĄs de medio siglo de vida, pero sus orĂgenes se confunden con los de la historia de las actividades subacuĂĄticas. La relaciĂłn entre el mar y los seres humanos es tan antigua como la propia historia de la humanidad. La fascinaciĂłn ejercida por ese inmenso mundo sumergido, mezcla de temor y curiosidad, ha sido descrita, racionalizando unos sentimientos siempre apasionados hacia el gran azul, como una atĂĄvica «llamada de las profundidades», una inconsciente voluntad de retorno a los orĂgenes evolutivos de nuestra especie. Jacques Mayol construyĂł hace años en esta lĂnea una hermosa mentira: homo delphinus; una teorĂa evolutiva segĂșn la cual una etapa acuĂĄtica habrĂa precedido a nuestros primeros pasos erguidos sobre la tierra (MAYOL 1986).
Nada mĂĄs alejado de la realidad. La ciencia no ha probado nada parecido y si sabemos, en cambio, que los primates y los primeros homĂnidos profesaron un miedo atĂĄvico al agua y que las barreras hĂdricas, lagos, rĂos y por supuesto mares, desempeñaron un papel decisivo en la distribuciĂłn africana de gorilas, chimpancĂ©s y homĂnidos y en la colonizaciĂłn del gran continente euroasiĂĄtico por parte de los primeros homo desde el Este Africano. Y la historia real no fue menos hermosa. El ser humano hubo de aprender a dominar su miedo y a conocer el mar, para primero comenzar a aprovechar sus recursos, despuĂ©s navegar sus aguas y mĂĄs tarde agudizar el ingenio para penetrarlo. La conquista del mar por hombres y mujeres constituyĂł un evidente hecho cultural, ligado al desarrollo de la sociedad, y necesitĂł tiempo, tesĂłn e innumerables sacrificios para superar un medio extraño y peligroso.
Los cazadores-recolectores ante-neandertal del PaleolĂtico Inferior, descubridores del primer fuego europeo, que vivĂan hace mas de 400.000 años en Terra Amata (Niza), utilizaban recursos marinos y consumĂan ocasionalmente doradas; y al menos desde el PaleolĂtico Medio nuestros antepasados pescaban, es decir atrapaban peces sirviĂ©ndose de arpones y anzuelos. Desde entonces se recolectan mariscos y crustĂĄceos para comer o hacer collares y adornos y se aprovechan las mareas. Y aĂșn hubieron de transcurrir milenios para que las primeras embarcaciones surcaran sus aguas durante el NeolĂtico.
Sumergirse en el mar constituyĂł un reto insuperable hasta que se desarrollaron las primeras civilizaciones histĂłricas y el ser humano comenzĂł a plantearse como dominarlo o, al menos, penetrarlo. Y lo hizo de tres maneras: soñando, utilizando sus propios y limitados recursos fĂsicos e inventando artilugios.
Pensando, dando rienda suelta a la imaginaciĂłn, convertĂa sus deseos en realidades imaginarias, fĂĄbulas y leyendas, y realizaba sus sueños a travĂ©s de personajes mitolĂłgicos, mitad humanos y mitad peces, dioses y diosas, tritones y nereidas que habitaban en sus profundidades. La mitologĂa griega constituye un muestrario precioso del que retendremos a Glaucos, divinidad marina que habĂa sido un pobre pescador en Beocia.Â
Un dĂa, despuĂ©s de dejar la pesca sobre la hierba, observĂł como los peces recobraban vigor y movimiento y volvĂan al agua; Ă©l tambiĂ©n comiĂł la hierba mĂĄgica y se lanzĂł al mar, donde Tetis y las Nereidas le acogieron, haciĂ©ndole inmortal. ZambullĂ©ndose en apnea como nos relatan los textos homĂ©ricos atribuidos al siglo VIII a.C. o prueba indirectamente la menciĂłn por HipĂłcrates del uso medicinal de esponjas en el IV a.C.Â
Inventando instrumentos como los odres llenos de aire, autĂ©nticos pulmones artificiales, representados en los relieves asirios y en pinturas egipcias o el tubo, usado por Cyana, hija de Scyllas, para acercarse sin ser vista a la flota persa y cortar las amarras de las embarcaciones (480 a.C.) o descrito por AristĂłteles, que en el siglo IV a.C. reflexionaba tambiĂ©n sobre la campana de aire, el efecto de la presiĂłn sobre el oĂdo y el uso del aceite.Â
Las motivaciones que han empujado a lo largo de la historia a hombres y mujeres a la conquista del mar son diversas. No sĂłlo la necesidad o el hambre, usos militares o la recuperaciĂłn de tesoros han constituido estĂmulos; tambiĂ©n la curiosidad o el afĂĄn lĂșdico, la bĂșsqueda de placer, han sido un acicate al ingenio humano.
A los ejemplos mencionados del uso militar de submarinistas en apnea o provistos de tubo, pueden añadirse otros como el relatado por TucĂdides referido al sitio de Siracusa (413 a.C.) y la expugnaciĂłn de las defensas de su puerto, el de los macedonios contra Tiro (332 a.C.) y el curioso caso narrado por Lucano, quien explica en la Pharsalia, los feroces combates marĂtimos entre pompeyanos y cesarianos en el cerco de Marsella (48 a.C.), en los que sobresalĂa un temible guerrero cuya capacidad de apnea le permitĂa ahogar en mortal abrazo a cuantos enemigos conseguĂa arrojar al agua. Una serie interminable de ejemplos nos llevarĂa a los hombres-rana de combate de la Segunda Guerra Mundial.
Los casos en los que la innovaciones se vinculan a la recuperaciĂłn de tesoros son tan o mĂĄs conocidos. Ya en Ă©poca romana, esta actividad habĂa llegado a un grado tal de desarrollo que se encontraba profesionalizada y reglada por leyes que fijaban recompensas en relaciĂłn con la profundidad y el riesgo. Estos especialistas llamados urinatores utilizaban piedras como lastre y, segĂșn nos explica Plinio en su «Historia Natural», se sumergĂan con una esponja en la boca, empapada en aceite que una vez en el fondo expulsaban lentamente comprimiĂ©ndola; conseguĂan de esta forma mejorar la visibilidad, gracias a que el Ăndice refractor del aceite en el agua es semejante al del ojo humano.
TambiĂ©n el mĂtico buceador y nadador NicolĂĄs, apodado El Pez, citado por Cervantes en el Quijote, se dedicaba entre otras a esta actividad. Pero quizĂĄs el episodio mĂĄs cĂ©lebre y aĂșn inacabado sea el de la recuperaciĂłn de los galeones españoles hundidos en la Ruta de la Plata a lo largo de los siglos XVI y XVII.
Unidas a la condiciĂłn humana, la sed de aventura o la simple curiosidad han constituido siempre un estĂmulo capaz de hacernos asumir riesgos y percibir como un desafĂo lo desconocido. Una antigua leyenda lo explica a la perfecciĂłn: se cuenta que Alejandro Magno, dominador del mundo y hastiado de todo por conocido, entendiĂł el mar como un Ășltimo reto y se hizo construir una campana de vidrio para sumergirse en Ă©l.Â
Estas primeras invenciones inician un largo camino jalonado por innumerables descubrimientos y mejoras tĂ©cnicas (escafandra de Borelli, campana de Haley, escafandra de Klingert, etc.) destinadas a prolongar el tiempo de permanencia bajo el agua hasta alcanzar a los submarinos robotizados usados en la exploraciĂłn del TitĂĄnic a casi cinco mil metros de profundidad o los ya populares «scooter» subacuĂĄtico. Todos ellos, y muchĂsimos mĂĄs, forman parte de la aventura subacuĂĄtica pero nos alejan de la historia de la pesca submarina practicada en apnea.
Retendremos por enorme trascendencia uno mĂĄs, el auto regulador y la escafandra autĂłnoma de Cousteau-Gagnan (1943). Por su sencillez y fĂĄcil manejo, ha tenido un impacto enorme y con su popularizaciĂłn la aventura submarina se desdobla definitivamente: por un lado, el escafandrismo, inmersiones profundas y larga duraciĂłn con la ayuda artificial y, por otro, la apnea, inmersiones cortas pero seguidas, optimizando los recursos del propio cuerpo.Â
La apnea
La apnea, como el lector sabe, consiste en practicar la inmersiĂłn reteniendo voluntariamente la respiraciĂłn, en bucear sin la ayuda de ningĂșn artilugio, explotando tan sĂłlo nuestras posibilidades psico-fisiolĂłgicas. Pesca submarina y apnea tienen un origen comĂșn y estĂĄn profundamente unidas; y no solo porque si la primera es el objetivo, la segunda es el medio para conseguirlo.Â
La apnea determina totalmente la acciĂłn del pescador y ambas comparten toda una filosofĂa de integraciĂłn en el medio y de autoconocimiento. La apnea o buceo libre es la forma mĂĄs natural de sumergirse en el gran azul, tan fascinante como sobrecogedora, pero tambiĂ©n la mĂĄs exigente, fĂsica y psĂquicamente. Para disfrutar en apnea, sentir placer en un medio extraño y potencialmente hostil, la mente ha de ser tan libre como el cuerpo, la relajaciĂłn y la acuaticidad, capacidades adquiridas a travĂ©s de largo entrenamiento, han de anular la sensaciĂłn de esfuerzo.
HistĂłricamente la apnea surge de manera espontĂĄnea en mares de aguas cĂĄlidas, situadas entre los 20 y los 40 grados de latitud norte, MediterrĂĄneo, Golfo PĂ©rsico, Mar Amarillo, etc. Como hemos visto se practica para obtener alimentos o adornos desde los tiempos mĂĄs remotos. Hoy en dĂa, la pesca profesional de coral, ostras perlĂferas o esponjas ha desaparecido o es extremadamente residual, desplazada por la escafandra autĂłnoma. Por ello es obligado recordar a los ama, comunidades de buceadores del sur de Corea y JapĂłn, que siguen practicando, principalmente en la isla de Cheju, una actividad documentada desde hace, al menos, veinticinco siglos.Â
Antes hombres y mujeres, en la actualidad tan solo ellas, realizan tres modalidades de inmersiĂłn segĂșn la profundidad, edad y experiencia, recolectando ostras, conchas, algas comestibles, holoturias, etc. No resignadas a la condiciĂłn de fĂłsiles vivientes, estas Ășltimas profesionales de la apnea han adoptado el neopreno y van siendo atraĂdas hacia actividades menos duras y mejor retribuidas.
En nuestro mundo moderno e industrializado la apnea renace como una actividad lĂșdica asociada a la pesca submarina y, en la actualidad, su prĂĄctica se ha consolidado autĂłnomamente como buceo libre y se ha abierto a otras actividades como la fotografĂa, el hockeysub o el tiro sobre diana. A fines de los años 80, el film el «Grand Bleu» actuĂł con un eficaz catalizador. Estos Ășltimos años, aupada por marcas comerciales y medios de comunicaciĂłn, conoce un boom sin precedentes en Italia y Francia en su expresiĂłn competitiva, en una gran variedad de modalidades: apnea estĂĄtica, record de la hora, apnea dinĂĄmica, velocidad con y sin aletas, en piscina, en mar, en lago, diferentes tipos de descenso profundo, etc.Â
En 1996 tuvo lugar en Saint-Jean-Cap-Ferrat, en las cercanĂas de Niza, el Primer Campeonato del Mundo de Apnea (AIDA) y el tercero se ha celebrado en octubre de 2001 en Eivissa. Una preparaciĂłn fĂsica rigurosa y tĂ©cnicas de relajaciĂłn y respiraciĂłn como el pranayama o el training autĂłgeno, que han desplazado a la hiperventilaciĂłn, explican las actuales marcas. Pese a la negativa de la CMAS a homologar los records de apnea profunda (tan solo acepta el peso constante), con la cobertura de la FIPS y aupada por AIDA, estos caen a un ritmo escalofriante, punteado por graves accidentes como los sufridos por Makula, MesseguĂ©, Oliva y Isoardi, Ă©ste Ășltimo mortal.Â
Mayol y Maiorca son ya nombres para la prehistoria y los paladines -ellos y ellas- de los años 90 Francisco Pipin (peso variable sin lĂmites 133 m.), Umberto Pelizzari (peso variable F.I.P.S. 110 m.), Alejandro Ravelo (peso constante 76 m.), Jorge Mario Garcia (libre, 67 m.), Deborah Andollo (peso constante femenino, 62 m. y libre femenino 60 m.), Ăngela Bandini (peso variable sin lĂmites femenino 107 m.) y Andy le Sauce (apnea estĂĄtica, 7′ 35»), dejan paso con el siglo a nuevas hornadas.Â
La pesca submarina: Un origen incierto y disputado
Aceptada la universalidad y la espontaneidad de la pesca submarina allĂ donde las aguas claras y cristalinas invitaban a sumergirse, se entenderĂĄ que resulte difĂcil fijar en un lugar y un momento su nacimiento; incluso refiriĂ©ndonos, mĂĄs concretamente, al MediterrĂĄneo y a la pesca submarina moderna, las dificultades son considerables. Su historia no ha sido afrontada con rigor y los datos hay que entresacarlos de relatos, manuales y revistas de divulgaciĂłn, boletines de clubs, archivos de las federaciones, hemerotecas y de la memoria oral aĂșn viva de los pescadores mĂĄs veteranos.Â
A inicios de los años treinta, las nuevas dimensiones del ocio orientan a la sociedad hacia la naturaleza y el mar. En la Francia mediterrĂĄnea se escriben algunas de las primeras y mĂĄs brillantes pĂĄginas de la pesca submarina. El polinesio Canaldo y sus amigos pescaban en las costas marsellesas provistos de jabalinas con tridente, gafas binoculares, en slip y con los pies desnudos, a lo sumo con sandalias. El norteamericano Guy Gilpatric, escritor y periodista, se zambullĂa en aguas del cabo de Antibes con su lanza-arpĂłn, tapones en los oĂdos y pinza en la nariz, siguiendo una tĂ©cnica desarrollada instintivamente pero que se ajustaba a la seguida desde tiempos inmemoriales por buceadores del PacĂfico: una vez descubierta la pieza, Ă©l y su lanza se ponĂan en posiciĂłn vertical, con un enĂ©rgico manotazo se ayudaba a emerger del agua hasta la cintura al tiempo que inspiraba, inmediatamente vaciaba los pulmones y se hundĂa, aprovechando la pĂ©rdida de flotabilidad y el peso de su cuerpo con los pies por delante, para una vez sumergido dirigirse hacia la presa ya cabeza abajo.Â
En la misma Ă©poca, en la Costa Azul, el Dr. Raymond PulvĂ©nis, utilizaba un resorte montado en una bomba de bicicleta para lanzar sus arpones. Cavalero capturaba en 1936 su primer pez, una lisa, equipado con lanzaarpĂłn y gafas de bambĂș y concha de tortuga traĂdas del PacĂfico. Tras ellos, Piroux, Doukan, Vezia, Beuchat, Isy-Schwart, Hass, Tailliez y, solo un poco mĂĄs tarde, Dumas, Cousteau…Â
Son los tiempos heroicos, protagonizados por autĂ©nticos pioneros, inventores y artesanos de sus propios equipos, muy lejos esta por llegar la tienda de pesca submarina donde poder conseguir todo el material. Estos valientes pescan en condiciones sumamente precarias y desafiando al frĂo entre 10 y 13 metros; se desconoce algo tan sencillo hoy para nosotros como la maniobra de Valsalva, mediante la cual liberamos las trompas de Eustaquio, insuflando aire en la cavidad bucal con la nariz pinzada. Por ello, a comienzos de los años cuarenta es noticia excepcional que alguien se sumerja cotas algo mĂĄs profundas y el tĂtulo del film «Par dixhuit mĂštres de fond» (1942), con FrĂ©dĂ©ric Dumas como protagonista, destinado a asombrar al pĂșblico, es suficientemente indicativo de que esas profundidades eran consideradas como poco menos que abisales.Â
Miles de iniciativas y anĂ©cdotas jalonan esta primera etapa, que verĂĄ ademĂĄs durante esta dĂ©cada y la siguiente, con el trĂĄgico parĂ©ntesis de la Segunda Guerra Mundial, los primeros reglamentos y competiciones, el nacimiento de la vida asociativa, la apariciĂłn de los primeros artĂculos comercializado y la publicaciĂłn de la primera obra tĂ©cnica firmada por el Dr. PulvĂ©nis (1940). Todo apuntaba a la rĂĄpida y espectacular consolidaciĂłn de una prĂĄctica deportiva que gozaba cada vez de mayor aceptaciĂłn popular y atraĂa tambiĂ©n la curiosidad de intelectuales como Jean Cocteau o Salvador DalĂ.
ArqueologĂa de la pesca submarina
Alain Lecompte se preguntaba en un interesante artĂculo publicado hace años en la revista Apnea, quĂ© erudito es hoy capaz de afirmar quiĂ©n inventĂł quĂ© y cuĂĄndo, sin correr el riesgo de que se le planteen inmediatas objeciones. Tampoco nosotros vamos a intentar exhaustivamente dar a cada uno lo suyo, pero nos atreveremos a seleccionar unas referencias para esta arqueologĂa de la pesca submarina aĂșn no escrita y recuperar el origen de los principales elementos del equipo del pescador.Â
La principal y mĂĄs evidente lecciĂłn de esta reseña, podemos adelantarla, reside en la capacidad de innovaciĂłn, adaptaciĂłn y cambio demostrada por nuestros predecesores. En las antĂpodas del conformismo y de la rutina, desde la invenciĂłn y fabricaciĂłn personal de los pioneros hasta el «bricolaje» y las innovaciones de los pescadores actuales, la inteligencia y el ingenio han ido respondiendo a las nuevas necesidades, dictadas por una pesca cada vez mĂĄs difĂcil y exigente.Â
Las caracterĂsticas de los viejos equipos se ven reflejadas en los primeros manuales, PulvĂ©nis, Devaux, Doukan, Bazal…, pero demostraciones y presentaciones ante los medios de comunicaciĂłn habĂan comenzado a familiarizar al pĂșblico con las actividades y el material usado. AsĂ, por ejemplo, en el acto de constituciĂłn de la «SociĂ©tĂ© Sportive de Peche Ă la Nageâ, fundada en Niza en 1939, Philippe Tailliez presentaba el equipo bĂĄsico: mĂĄscara de cĂĄmara de aire, aletas De Corlieu y fusil Neptuno de su propia invenciĂłn.
Veamos las caracterĂsticas y evoluciĂłn de los elementos mĂĄs significativos que podemos encontrar en cualquier tienda de pesca submarina del momento.Â
Fusil de pesca submarina
La jabalina-arpĂłn inicial presentaba claros inconvenientes: debĂa proyectarse con la Ășnica fuerza muscular del brazo y el lanzamiento resultaba corto y desesperadamente lento. El pez podĂa poner agua por medio y, si era alcanzado, tenĂa oportunidades de desprenderse y huir aunque malherido. RĂĄpidamente hubo que imaginar ingenios que proyectaran mecĂĄnicamente una flecha y que estuviesen concebidos de tal forma que el pez atravesado no pudiese desembarazarse de ella. AsĂ nacieron primero los arcos y ballestas propulsadas por gomas. Estos sencillos artilugios no existĂan inicialmente en el mercado y cada pescador debĂa fabricarlos amorosa y artesanalmente.Â
El ritmo trepidante de las innovaciones tĂ©cnicas en los equipos de pesca se pone especialmente de manifiesto siguiendo la evoluciĂłn de los fusiles. Puede afirmarse que en un par de dĂ©cadas se inventĂł todo lo inventable y que a partir de ahĂ tan solo cabrĂĄ perfeccionar los sistemas: aire comprimido, pĂłlvora, resorte, gomas… El Comandante Le Prieur, el genial inventor autor de importantes aportaciones al desarrollo de la caja estanca para cĂĄmara de cine Kodak, de la mĂĄscara facial y del autor espirador, a finales de los años veinte trabajaba en un fusil de aire comprimido que acabarĂa siendo el Nautilus y en 1937 presentaba un fusil a pĂłlvora que serĂa rĂĄpidamente prohibido por una circular ministerial en 1941, la primera normativa sobre pesca submarina de la que tenemos noticia.Â
PulvĂ©nis habĂa experimentado como hemos dicho con un mecanismo propulsor de resorte; esta idea se desarrollĂł en el fusil llamado Waterless, formado por un tubo, en el que el gatillo se accionaba con el pulgar presionando de arriba abajo. Su manejo era bastante incĂłmodo, no se podĂa cargar en el agua y se disparaba sĂłlo con preocupante facilidad; ademĂĄs, el cañón debĂa estar siempre orientado hacia abajo para evitar la penetraciĂłn del agua, lo cual restaba movilidad al pescador.Â
A inicios de los cuarenta la mayorĂa de los fusiles incorporan empuñadura de pistola y podĂan cargarse en el agua y sin necesidad de apoyarlos en una roca, reteniendo la culata con el empeine o el talĂłn del piĂ© y presionando sobre la punta con ayuda de un cargador. El mĂĄs famoso de todos ellos es el llamado «fusil americano», cuya invenciĂłn y sucesivas mejoras van asociadas a Kramarenko desde 1937; constaba bĂĄsicamente de un tubo conteniendo el resorte, de la culata, gatillo y mecanismo de disparo, de carrete y del arpĂłn. En esta lĂnea se comercializĂł el Fusido -el primer prototipo era de 1935- que incorporaba un destornillador y un pequeño cuchillo, y el Douglas, puesto a punto por Maxime Forjot en 1943 a partir de un modelo suyo de 1938; Ă©ste Ășltimo añadĂa un soporte anatĂłmico desmontable de apoyo en el antebrazo. La idea se incorporĂł igualmente al Sagittaire de resorte con sobrecompesor a palanca (1950).Â
A inicios de los años cincuenta existe una gran variedad de modelos en cualquier tienda de pesca submarina que van desde el ligero y sĂșper pequeño Simplex a los tres metros del Siluro de Cressi o los cuatro kilos y medio del Comet Galeazzi impulsado por CO2; resulta mĂĄs curioso aĂșn el Mordem (1955) con cartuchos de pĂłlvora, prohibido tras causar varios accidentes a sus atrevidos usuarios.Â
Tradicionalmente, se considera a los tahitianos como inventores del fusil de gomas. En Europa, es a mediados de los años 30 cuando se añade al arpĂłn la propulsiĂłn por gomas. En seguida se comercializaron varios tipos, entre ellos los que respondĂan a los nombres de TarzĂĄn y Neptuno. No se trata propiamente de un fusil. Se componĂa de tres tubos sucesivamente enroscados y, tambiĂ©n fijos, del arpĂłn. Hacia la mitad del tercer tubo existĂa un reborde donde se enganchaba el mecanismo situado en la empuñadura que actuaba como gatillo.
Al disparar, liberada la tensiĂłn de las gomas, el conjunto se deslizaba por el interior de la empuñadura hacia el blanco. MedĂa dos metros o mĂĄs y estaba construido con duraluminio, lo que le hacĂa ligero e inoxidable. Poco preciso y de difĂcil manejo debido a sus dimensiones, presentaba, ademĂĄs, un grave inconveniente que hacĂa imposible la captura de piezas de un determinado tamaño, puesto que al quedar la presa fijada al arpĂłn y constituir Ă©ste un todo con el propulsor, era muy frecuente que, debatiĂ©ndose, se desgarrara y escapara. Pese a todo ello, era sencillo e insumergible, cualidades que le hicieron tener Ă©xito durante unos cuantos años. A. TravĂ©, mediada la dĂ©cada de los cuarenta, lo recomendaba para pescar en superficie y, especialmente, a señoritas y principiantes. Las primeras ballestas con elĂĄsticos de caucho (arbalĂšte Ă sandows) fueron comercializadas por Beuchat, el modelo TarzĂĄn en 1938, y unos años despuĂ©s por Cavalero. El Hurricane (1950) presentaba un curioso tensor con poleas y lanzaba arpones de 8 mm.Â
En España, desde 1946, Nemrod Industrias VilarrubĂs lanza sus fusiles cortos y largos con sobre compresor con tubos de duraluminio y de latĂłn que se podĂa adquirir en cualquier tienda de pesca submarina; en 1950 tiene en el mercado fusiles de elĂĄsticos, Catapulta -la propaganda garantizaba a bombo y platillo una autonomĂa de tiro de dos metros- y TarzĂĄn, de dos y cuatro gomas, y de muelle e incorpora en 1953 sus modelos de aire comprimido, Almirante y Comodoro, algo mĂĄs tarde, los Crucero, Fragata y Corbeta (1956) y despuĂ©s la serie Silver: Corsario, Bucanero y Comando, mejorando respectivamente los anteriores (1965). Nemrod y Copino con el Ciento Uno y siguientes, conseguirĂĄn con su esplĂ©ndida oferta el mĂĄximo prestigio para los fusiles de aire comprimido españoles durante los años sesenta.Â
En desfavorable competencia con los fusiles de resorte y los neumĂĄticos a lo largo de los años 40, 50 y 60, la propulsiĂłn mediante gomas estaba con el tiempo destinada al Ă©xito. En la actualidad, su aceptaciĂłn es ampliamente mayoritaria en Francia y España mientras que en Italia, inclinada a favor de la propulsiĂłn oleo neumĂĄtica, grandes marcas como Cressisub y Omer fabrican desde hace años fusiles de gomas, mĂĄs rĂĄpidos y silenciosos.Â
Hoy en dĂa, los mal llamados fusiles -en realidad son ballestas- son sencillos y precisos, incorporan el concepto del casete para el mecanismo, introducido por Marc Valentin a comienzos de los ochenta, montan elĂĄsticos nerviosos y potentes tipo «sandow» con bola de bloqueo, obuses articulados, tahitianas ligeras y resistentes y carretes que permiten capturar grandes piezas, evitar desgarros tras un tiro poco preciso, señalizar una buena piedra o recuperar sin esfuerzo el propio fusil. A todo ello se añaden pequeñas novedades (desenrocador, cargador, etc.), el diseño y los nuevos materiales en liza, que consiguen efectos anti ruido y de camuflaje, y formas cada vez mĂĄs hidrodinĂĄmicas.Â
El grado de perfeccionamiento y eficacia alcanzados se combinan con la simplicidad de mecanismo y manejo, de manera que resulta muy difĂcil introducir mejoras substanciales. Un buen ejemplo son los renovados e infructuosos intentos de fabricar el fusil de dos varillas. Squale fue el primero en 1955, despuĂ©s en los años 70 Maurice BĂ©renger, Jean-Marie Berger y Marc Valentin volvieron a intentarlo y recientemente, en 1997, Juan Pedro Nevoret por un lado y Carlos MartĂnez y Eduardo Cuevas (Aquaproline) por otro presentaron los penĂșltimos prototipos.
La firma Picasso con su campeĂłn Pepe Viña, el cual posee una tienda de pesca submarina, ha hecho el Ășltimo intento. EstĂĄ por ver si la ventaja de tener una segunda oportunidad ante una lubina, entre sorprendida e insolente ante nuestro error, compensarĂĄ la pĂ©rdida de manejabilidad y, sobretodo, de tiempo que provocan los inevitables enredos entre los hilos de las dos tahitianas. En cuanto a los fusiles neumĂĄticos, no puede decirse que hayan dado por perdida la batalla y los mĂĄs recientes, como el Cyrano de Mares, pretenden competir con los de gomas en potencia, silenciosidad y rapidez y lanzan flechas de 7mm, tipo tahitiana.Â
MĂĄscara de pesca submarina
Conseguir la mejor visiĂłn posible bajo el agua ha sido un requisito fundamental para una penetraciĂłn eficaz. Al principio, los pioneros artesanos experimentaron sobre los modelos conocidos, las sencillas gafas binoculares de los buceadores polinesios y otros pueblos del PacĂfico, construidas con madera y finas lĂĄminas de carey transparente obtenidas de concha de tortuga; en realidad, tipos similares venĂan siendo usadas por los recolectores de coral rojo en el MediterrĂĄneo desde el siglo XVII. Gilpatrik intentĂł impermeabilizar gafas de aviador en 1929. Las gafas binoculares tipo Fernez, comercializadas en Francia desde 1936, al dejar la nariz libre, obligaban a utilizar unas pinzas nasales y no resolvĂan el problema de la presiĂłn cuando el descenso era un poco profundo.Â
Kramarenko, en 1932 experimentĂł sobre ejemplares que habĂa visto en el JapĂłn, hasta que encontrĂł la respuesta al problema de visiĂłn originado por los diferentes planos de los vidrios en el uso de uno solo para los dos ojos pero sin cubrir la nariz. Pero el tipo «monogoggles» tampoco era la soluciĂłn. El problema mĂĄs grave residĂa en la presiĂłn, en el efecto de succiĂłn sobre los ojos, y en el desconocimiento de la maniobra de compensaciĂłn insuflando aire a travĂ©s de la nariz. Le Prieur habĂa experimentado sin demasiado Ă©xito sobre la mĂĄscara facial. SegĂșn R. Devaux, antes de la guerra, el Dr. PulvĂ©nis habĂa construido unas gafas de ojo Ășnico, con tubo por fuera, provistas de unas peras compensadoras de caucho, que al ser comprimidas por la presiĂłn enviaban aire al interior de la mĂĄscara y evitaban el efecto ventosa, sistema que ya habĂa adaptado a las suyas Kramarenko. En cambio, G. Doukan la atribuye a Jacques O’Marchal, que las habrĂa utilizado por vez primera en 1927 y presentado en el SalĂłn NĂĄutico Internacional de 1933. QuizĂĄs las primeras gafas de un solo vidrio, que abarcaban los ojos y la nariz, permitiendo insuflar aire por esta y compensar asĂ la presiĂłn, fueran las construidas por Tailliez en 1938.
Resuelto el problema de la compensaciĂłn, desaparecen las famosas peras y hasta fines de los años setenta dominan las mĂĄscaras faciales de un vidrio Ășnico ovalado; actualmente, las «casseroles» como les llaman los franceses han sido arrinconadas por las exigencias de la pesca profunda, pero conservan adeptos prestigiosos como J.B. Esclapez en poca agua por su gran campo visual. La evoluciĂłn Ășltima de las gafas que puedes encontrar en la cualquier tienda de pesca submarina, ha venido marcada por la primacĂa de las binoculares, la incorporaciĂłn de nuevos materiales y la bĂșsqueda del menor volumen interno, para adaptarlas a la pesca profunda, conservando el mayor campo de visiĂłn posible.
Aletas de pesca submarina
Leonardo de Vinci a inicios del siglo XVI ya habĂa soñado dibujando el uso de calzado y guantes palmeados, pero en realidad, la invenciĂłn de las aletas modernas es mucho mĂĄs reciente y se atribuye al Comandante Louis de Corlieu en 1929. Las aletas propulsoras de caoutchouc, llamadas «swimmings», se comercializaron a partir de 1933, despuĂ©s de realizar demostraciones ante la marina francesa, y Owen Churchill las difundiĂł en EEUU, mejorĂĄndolas tras pruebas efectuadas con la colaboraciĂłn, entre otros campeones de nataciĂłn, del mĂtico Johnny Weissmuller. Su rĂĄpido perfeccionamiento y Ă©xito tuvo que ver tambiĂ©n con el uso militar, al igual que la escafandra y las embarcaciones neumĂĄticas.Â
G. Doukan no incluye -curiosamente- en su manual las aletas en el equipo del pescador, aĂșn cuando se refiere pormenorizadamente a fusil, gafas, cuchillo, pasador, barca, slip y sandalias. Pese a la demostraciĂłn efectuada en 1939 por Tailliez ya mencionada, el texto de Doukan (1946), al igual que los matices que tres años antes hacĂa Devaux a su utilidad, viene a demostrar que a inicios de los años cuarenta aĂșn no se habĂa generalizado su uso. Entre nosotros y en la misma lĂnea, A. TravĂ© las describe entre los accesorios y no entre los Ăștiles del pescador, porque pese a ser «unos auxiliares formidables de la caza submarina (…), su falta no impedirĂĄ a un cazador diestro obtener buenas piezas». Pero no habĂa de transcurrir mucho tiempo para que aletas y escafandra se popularizasen e hicieran accesible el mar al gran pĂșblico.Â
Su evolución reciente viene siendo definida por diseños mås eficaces, concebidos para ofrecer diferentes prestaciones. Las aletas de pesca modernas que puedes encontrar en cualquier tienda de pesca submarina, han aumentado considerablemente la longitud, tomando como modelo las utilizadas en la competición de natación con aletas, e incorporan nuevos materiales, especialmente en las palas, como plåsticos, resinas y carbonio.
Traje isotérmico
A inicios de los años cincuenta se produjo una autĂ©ntica revoluciĂłn en el mundo de la pesca submarina: el traje isotĂ©rmico significaba la victoria sobre el frio, ya se podĂa pescar todo el año y sin mĂĄs lĂmite de tiempo que las propias fuerzas.Â
Los primeros pasos experimentales sobre materiales poco adecuados como el caucho vulcanizado explican las resistencias inĂciales. El BoletĂn de la AsociaciĂłn de Pesca Submarina de Barcelona (APS) -al que luego nos referiremos-, en el nĂșmero correspondiente a mayo de 1949, comentaba jocosamente la novedad tĂ©cnica «un traje de goma, al parecer muy bien resuelto, que venden en Francia para los infelices faltos de grasas». La estampa, entre patĂ©tica y divertida, que lucen los primeros usuarios, agarrotados por la dureza de un material lleno de arrugas que parece exigir al cuerpo que sea Ă©l quien se amolde, explica el inicial escepticismo. Pese a ello, el invierno de 1950, E. Admetlla, Foret o Guignet pescan con trajes de goma que se fabrican a medida en Marsella y, poco despuĂ©s aparecerĂĄn los primeros de fabricaciĂłn local.Â
El salto hacia adelante se produjo en 1956 cuando G. Beuchat importĂł por vez primera el neopreno de los EEUU. En 1961, Nemrod -ya VillarrubĂs y SaguĂ© S.A.- presentan su traje de neopreno Rubatex-USA. Se atribuye a J.B. Esclapez, que lo utilizĂł en PerĂș en 1975, la idea de añadir el forro externo; en realidad, J. Ma. MassĂł fabrica en Barcelona en 1963, con garantĂa Turbo-Nemrod, trajes con forro de nilĂłn. A partir de los años ochenta se impone el neopreno expandido con forro externo de licra o nylon que le da mayor resistencia. En la actualidad la oferta es impresionante en cuanto a calidades de neopreno (Yamamoto, Neoflex, Heiwa, Termoflex…) y combinaciones posibles, forrado o biforrado, liso externo, crudo interior, gruesos posibles segĂșn la Ă©poca del año y tonalidades. Cualquier tienda de pesca submarina tiene ya trajes adaptados a todas las necesidades.
Cuchillo
El cuchillo no falta en el equipo de nuestros precursores. No hay que pensar en que se trata de un aditamento tarzanesco necesario en su imagen heroica. Desde un principio existe conciencia de que se trata de un elemento de seguridad del que no puede prescindirse. La dramĂĄtica muerte de Massimo d’Asta en 1948, degollado por el nilĂłn, fue el primer accidente conocido por no haber respetado esta norma bĂĄsica.Â
Los cuchillos utilizados en la actualidad por los pescadores submarinos tienen poco que ver con los enormes ejemplares que lucĂan en sus cinturas o con los modernos machetes tipo Rambo, que encantan a los novatos horteras. Se trata de pequeñas y afiladas dagas, que pueden sujetarse igual a la pierna, que al brazo que al cinturĂłn y sirven para rematar el pescado capturado o actividades tan cotidianas como escamarlo y sĂłlo excepcionalmente, quizĂĄs jamĂĄs, para liberarse de alguna cuerda, sedal u otro impedimento o para cortar el hilo del propio fusil, porque lo inusual del caso no debe hacernos olvidar que una servia de gran tamaño, puede arrancarnos de la mano el fusil o, aĂșn peor, sujeta a nuestra tahitiana y girando enloquecida a nuestro alrededor, convertirnos en una morcilla bien atadita y arrastrarnos al fondo.
Indispensable en cualquier tienda de pesca submarina que se precie.
Pasador y boya
El pasador o porta peces aparece en el equipo de los primeros pescadores. Desde un comienzo se usan los dos modelos que serĂĄn clĂĄsicos la punta ligada a una cuerda y el aro de alambre; Ă©ste Ășltimo en 1946 ya habĂa sido comercializado por Nemrod. Inicialmente se llevaba sujeto a la cintura, lo cual resultaba incĂłmodo y peligroso. G. Doukan atribuye a pescadores españoles la idea de sujetar el porta pescados a un flotador de corcho mediante una cuerda de varios metros, sistema que permitĂa al pescador liberarse de la engorrosa carga y recuperarla posteriormente; y, en efecto, parece ser que fue Eduardo Amoedo su inventor allĂĄ a mediados de los años cuarenta.Â
En el artilugio de Amoedo estĂĄ el precedente de la actual boya, que no solo constituye un medio prĂĄctico de transportar el pescado y equipo -nuestros colegas franceses usan habitualmente la «planche», dispositivo flotante diseñado para que el pescador pueda desplazarse con menos esfuerzo y acoplar el equipo- sino que resulta un complemento de señalizaciĂłn y seguridad imprescindible en unas aguas cada vez surcadas por mayor nĂșmero de embarcaciones de recreo, patroneadas a menudo de forma irresponsable.
Hay modelos diferentes que puedes encontrar en la tienda de pesca submarina mĂĄs bĂĄsica.
Lastre
El lastre en el cinturĂłn tal y como lo conocemos hoy nace asociado al uso de los trajes isotĂ©rmicos, cuya flotabilidad lo impone por razones obvias. No formaba parte del equipo de los mĂticos «gogglers», pero hemos visto, no obstante, como el uso de lastre para facilitar la inmersiĂłn es tan antiguo como la apnea, razĂłn por la cual es mĂĄs que lĂłgico suponer que ocasionalmente ha sido usado en la versiĂłn de un simple peso, ligado o no a una cuerda para posibilitar su recuperaciĂłn. La tĂ©cnica de descenso lastrado evolucionarĂĄ rĂĄpidamente, como veremos, durante la segunda mitad de los años cincuenta.
Carrete
El carrete, que habĂa estado incorporado a los primeros fusiles de muelle tipo americano, reaparece a inicios de los sesenta aplicado a los fusiles neumĂĄticos de los pescadores brasileños. En la actualidad, se equipan con carrete los fusiles de aire y de gomas indistintamente.
Algo moderno, pero que cualquier tienda de pesca submarina puede llegar a conseguir.
La pesca submarina en España
De los orĂgenes a los años 50
Las costas francesas mediterrĂĄneas durante los años treinta no fueron el Ășnico lugar de origen de la pesca submarina. Esta fase pionera, mejor conocida en la Costa Azul, tambiĂ©n tuvo sus hĂ©roes en Italia o España. Incluso puede defenderse que fue en la Costa Brava donde se introdujo por vez primera esta nueva y extraordinaria forma de pescar. En efecto, con motivo de la ExposiciĂłn Internacional de 1929, llegĂł a Barcelona un japonĂ©s llamado Tokumori que pescaba provisto de lentes binoculares Fernez y un arpĂłn en el extremo de una caña de bambĂș de dos metros de largo; nos ha quedado el relato del Dr. J.E. Sala Matas, que le vio pescar en El Estartit, para creer en la existencia de este mĂtico personaje. Es mĂĄs, tenemos otro testimonio de la Ă©poca, nada sospechoso de partidismo por haber nacido en el paĂs vecino: segĂșn cuenta J. Bazal en su manual «Chasses sous la mer», publicado en Paris en 1946, habrĂan sido Tukumori y algunos colegas suyos quienes introdujeron en Francia nuestro deporte, pescando en aguas de Colliure y Banyuls, donde habrĂan topado con la hostilidad de los pescadores locales, que se estimaban lesionados por Ă©sta competencia desleal.Â
Pero los trĂĄgicos acontecimientos de la guerra civil provocada por el alzamiento militar del general Franco (1936-1939), explican un cierto retraso en la consolidaciĂłn de la pesca submarina en nuestro paĂs. Las duras condiciones de vida de la postguerra constituĂan igualmente un ambiente poco propicio, pero el mar proporcionaba una esplĂ©ndida oportunidad para evadirse de la miseria cotidiana.Â
Catalunya fue, por lo que sabemos, la puerta de entrada. SegĂșn parece, un pescador llamado Francisco MirandĂ©s, reciĂ©n llegado de Francia, fue el primero en usar un fusil en Aigua Blava (Costa Brava) el año 1940. Antonio Detrell, Juan Gimbernat, Marcel Foret, Carlos MartĂ, Isidro SistarĂ©, Amadeo TravĂ©, entre otros, realizan increĂbles capturas en lugares y a «profundidades» que hoy nos asombran. Antonio Ribera ha descrito el ambiente de los primeros pescadores submarinos catalanes: el Club NataciĂłn Barcelona, cuyos miembros del equipo de waterpolo se relacionan con sus colegas de Perpignan de donde proceden los primeros fusiles en 1941. Otro gran pescador, Jorge Monjo, que habĂa construido personalmente sus primeras gafas y arpones, tuvo su primer equipo, comprado igualmente en el paĂs vecino, en 1942.
El periodista deportivo Carlos Pardo, a travĂ©s de una convocatoria pĂșblica en el «Mundo Deportivo», se dirigiĂł a todos los pescadores submarinos de Catalunya; de la reuniĂłn que tuvo lugar en el ya desaparecido bar Catalunya, sito en la confluencia de la Rambla y Plaza del mismo nombre, y de posteriores contactos nacerĂĄ la AsociaciĂłn de Pesca Submarina de Barcelona en 1946. Fundada por treinta y cinco socios, un año y medio despuĂ©s ya tenĂa doscientos dos; fueron sus tres primeros presidentes Antonio Maria Puig, Marcel Foret y SebastiĂĄn Vergoñós. El A.P.S. fue el primer club de España y uno de los primeros de Europa; en Francia el mundo asociativo se habĂa iniciado un poco antes, dando lugar a entidades que acogĂan diferentes actividades subacuĂĄticas.Â
El club catalĂĄn lucĂa orgulloso en el propio nombre, la actividad a cuya prĂĄctica y promociĂłn se dedicaban sus miembros sin escatimar imaginaciĂłn ni entusiasmo; como botĂłn de muestra vale la pena traer a la memoria el festival de actividades subacuĂĄticas organizado el 19 de julio de 1946 en la piscina del Club NataciĂłn Barcelona, que, junto a prueba de resistencia y nataciĂłn con palmĂpedos (sic), incluĂa la pesca submarina en directo y ante el pĂșblico. Desde un principio, los pescadores de la A.P.S. mantuvieron relaciones cordiales e intensas con colegas franceses como Doukan, Isy Schwart o Foucher-CrĂ©teau y, entre sus socios mĂĄs ilustres se encontraban el mencionado Marcel Foret, autĂ©ntica alma del proyecto fundacional, y GĂ©rard Guignet; Ă©ste Ășltimo, natural de MĂłnaco, obtendrĂa en 1954 el rĂ©cord mundial de inmersiĂłn a pulmĂłn libre a -30 metros.Â
Por aquellos años, en todo el litoral de nuestro paĂs se vivirĂan historias parecidas y las correrĂas de los pescadores catalanes por Tarifa, MĂĄlaga, Granada, AlmerĂa, Murcia, islas Baleares, Canarias, etc. contribuyeron a una rapidĂsima difusiĂłn de nuestro deporte. El club catalĂĄn tenĂa asociados en toda la geografĂa marĂtima peninsular y el buzĂłn de su boletĂn recibĂa noticias de impresionantes capturas realizadas por los amigos andaluces A. SĂĄnchez, Moreno Prieto y el Dr. E. Muñoz, entre otros, o de hazañas como la del joven «goggler» veraneante en Almuñécar, Paquito Dorronsorro que a sus catorce años pescĂł una lecha de 21 Kg.Â
El Dr. Fernando RubiĂł TudurĂ, en una entrevista concedida poco antes de su reciente muerte, afirma haber pescado antes de la Segunda Guerra Mundial muchos meros en aguas de su finca menorquina de Montgofre, con un equipo comprado en la Costa Azul, directamente a los pioneros. Otro menorquĂn RamĂłn de RossellĂł de la SĂnia, pescaba con una barra de acero con gomas como resorte y un hacendado de MaĂłn, apellidado Orfila, acogĂa a Monjo y Burcet. MĂĄs tarde, ya a inicios de los cincuenta, JosĂ© Florit pescaba con equipo de fabricaciĂłn propia que incluĂa fusiles de resorte y elĂĄsticos de goma de cĂĄmara de automĂłvil -copiados de modelos ya existentes en el mercado, TarzĂĄn y Nemrod Crucero- gafas y, poco despuĂ©s, traje de goma tambiĂ©n de factura artesanal; Pepe reconoce tan solo un fracaso: las aletas. En Mallorca los pioneros eran, entre otros, Gabriel Mas, JosĂ© BeltrĂĄn, Francisco Fuster, Jose LuĂs Piña, Caffaro, Mateo Noguera y Blas Vidal; el primer club fue creado muy pronto con asesoramiento de la A.P.S. y en 1946 nacĂa el Club Lube, presidido por Enrique Mus, precediendo en diez años al CIAS.Â
El fenĂłmeno no era exclusivo de las aguas mediterrĂĄneas. Los madrileños Franco Orgaz y Eduardo Amoedo merecen por derecho propio la consideraciĂłn de pioneros. El primero, en 1932 construĂa artesanalmente sus primeras gafas submarinas con plomo, cristal, goma de ligas y esparadrapo y las probaba en las dulces y claras aguas de Pedriza de Manzanares; por aquellos años, provisto de una fĂtora capturaba pastinacas y perseguĂa sin desanimarse tordos en Mallorca y en el CantĂĄbrico. En el PaĂs Vasco, en 1945, se organizĂł el primer campeonato de GuipĂșzcoa en la Concha de San SebastiĂĄn; al menos tres años antes, Alessandro Capece, cĂłnsul italiano en la ciudad, pescaba provisto de unas aletas Owen Churchill made in U.S.A., de gafas de un Ășnico vidrio oval, respirador y un fusil Fusido. Tenemos constancia del caso de Asturias, donde a comienzos de los años cincuenta, los hermanos Mario, Luis y Emilio GarcĂablanco, Timoteo Calahorra, Angel Paraja, Enrique Viña, JosĂ© Luis Gato fundĂan cajas de betĂșn para obtener plomo que sujeto a una cinta de lona usaban como lastre y pescaban botones, chopas, lubinas y corvinas hasta que sus cuerpos ateridos por las frĂas aguas norteñas decĂan basta. El alemĂĄn Adolf Wieber y su compatriota Herta Worman aĂșn no habĂan comenzado a fabricar en GijĂłn los primeros trajes de caucho vulcanizado, cosa que harĂan en la segunda mitad de la dĂ©cada. Â
Pronto comenzĂł a desarrollarse la pesca de competiciĂłn. En 1943 tuvo lugar en CadaquĂ©s la primera competiciĂłn de la que tenemos noticia. En 1949 se celebrĂł la Primera Copa TritĂłn, segĂșn la primera reglamentaciĂłn de pesca submarina redactada por la A.P.S. y ganada en su primera ediciĂłn por J. Femenia; se concedĂa a la pieza mayor homologada y, hasta que comenzaron a celebrarse los campeonatos de España, inicialmente denominados inter-regionales, consagraba al campeĂłn. Â
Eran los tiempos heroicos de los «gogglers», como se les denominaba entonces, inmortalizados por Muntanyola, dibujante costumbrista habitual en las pĂĄginas del periĂłdico barcelonĂ©s La Vanguardia. El A.P.S. organiza por estas fechas concursos, exhibiciones y se preocupa por el aspecto legal y normativo; edita un boletĂn, con una periodicidad inicial mensual, que constituye una esplĂ©ndida fuente de informaciĂłn. Entre sus deportistas se encontraba en 1948 Sara Pressutto la primera pescadora de la que tenemos noticia. La mujer, a diferencia de lo que estĂĄ ocurriendo en la inmersiĂłn con escafandra, no ha acabado de incorporarse plenamente a la pesca submarina, si bien existen excelentes deportistas en Italia, Francia, caso de Mireille Bouchet o Carol Gouget, y España, donde Berta MartĂnez por el A.P.S. y Susana Kristiansen por la Real Sociedad de San SebastiĂĄn participan habitualmente en las pruebas de los campeonatos catalĂĄn y vasco. Podemos recordar tambiĂ©n que el equipo japonĂ©s presentĂł a la señora Kine Ko en el mundial de TahitĂ (1965), que no llegĂł a competir por cuestiones reglamentarias. Â
RĂĄpidamente, la pesca submarina rebasaba sus reducidos nĂșcleos iniciales de practicantes y llegaba al gran pĂșblico. Amadeo TravĂ© en 1948 escribe el primer manual en lengua castellana, «Caza submarina», publicado por la editorial Juventud. Ernesto Adler realiza el mismo año la primera pelĂcula «Los lobos de la Costa Brava». TambiĂ©n contribuyĂł a su difusiĂłn el que la practicaran personajes populares tan dispares como Raniero de MĂłnaco, el cĂ©lebre actor Gary Cooper, Franz Johann, director y actor de la entonces celebradĂsima revista musical «Luces de Viena» (1947), o Eizaguirre, portero del Valencia, entre otros. Â
En el seno del A.P.S. naciĂł en 1953 el C.R.I.S., Centro de RecuperaciĂłn e Investigaciones Submarinas. La nueva entidad se dirigĂa a todos los submarinistas atraĂdos por las posibilidades no deportivas del mar y la aficiĂłn a los temas cientĂficos y se estructurĂł inicialmente en tres secciones, marina, submarina e investigaciones. Años mĂĄs tarde, prosiguiĂł su camino de forma independiente, desgajĂĄndose del club materno. Â
A mediados de los cuarenta existen ya en el mercado español diferentes marcas que ofrecen material a tiendas de pesca submarina. En 1946 hace su apariciĂłn la casa Nemrod, fundada por los hermanos VillarrubĂs, que fabricara los primeros equipos: gafas Asteria y TarzĂĄn, aletas para pies modelo A.B., protectores de oĂdo (sic) y los primeros fusiles, como hemos visto, de muelles, de elĂĄsticos y de aire comprimido. En Catalunya, otras pequeñas empresas ofrecĂan en esta misma Ă©poca sus productos patentados, P. Parra o T. Mercadal, su arpĂłn Neptuno. En Mallorca fabricaba material JosĂ© BeltrĂĄn Adell para tienda de pescas submarina, al menos desde 1950. Años despuĂ©s, Juan Comas, un emprendedor e imaginativo mecĂĄnico de motos, creaba en Palma de Mallorca la firma Copino; sus fusiles de aire, a partir del Ciento Uno, operativos y con la potencia regulable -los primeros Nemrod, incorporaban la potencia suplementaria mediante una palanca- obtuvieron especial Ă©xito. Hoy resulta curioso observar cĂłmo la ignorancia de la fisiologĂa del buceo mantuvo en la oferta comercial hecha a los pescadores tapones para los oĂdos, siendo, hasta bien entrados los años 50, Nohisent y Nemrod las marcas preferidas.
Años 60 y 70
A mediados de los años cincuenta podemos considerar que se inicia una nueva etapa. De la mano de la evoluciĂłn de la sociedad española, podrĂa decirse que tambiĂ©n la pesca aparcĂł el «biscuter» para conducir el «seiscientos». En efecto, a lo largo de las dos dĂ©cadas siguientes, la pesca submarina madurarĂĄ, alcanzando su plenitud en tanto que disciplina deportiva, y adquirirĂĄ ante la opiniĂłn pĂșblica, gracias a los medios de comunicaciĂłn y a la literatura de aventuras, una imagen no siempre beneficiosa al asociarse a desorbitadas capturas y enormes piezas, caso del Campeonato del Mundo de 1967 celebrado en Cuba, donde se capturaron mĂĄs de dos toneladas de pescado en dos dĂas, y al uso de sistemas extradeportivos como la pesca con botellas o el empleo de cabezas explosivas en los arpones. Algunos de los mĂĄs significados protagonistas de aquellos excesos, años mĂĄs tarde, fustigaron inmisericorde e injustamente nuestro deporte con la furia de los conversos.
Durante los años sesenta y setenta, la pesca submarina evoluciona definida por la consolidaciĂłn de las estructuras organizativas deportivas y asociativas, el establecimiento de reglamentos, la celebraciĂłn regular de competiciones nacionales e internacionales, una innovaciĂłn tecnolĂłgica decisiva, la apariciĂłn de los trajes isotĂ©rmicos de neopreno y el recambio generacional, la entrada en la escena competitiva de jĂłvenes pescadores que pescan habitualmente por debajo de la cota -20 metros y la consagraciĂłn de los grandes campeones.Â
Mientras la consolidaciĂłn institucional y la de la alta competiciĂłn discurrĂan lĂłgicamente parejas, la Orden del 22 de enero de 1957, modificada por la del 7 de mayo de 1958, regulĂł por vez primera la prĂĄctica de la pesca submarina en España.Â
Constituida la F.I.P.S. comienzan a celebrarse pruebas internacionales; en 1954 se celebrĂł el primer Campeonato Europa-Ăfrica (Sestri Levante, Italia), en 1958 el primer Campeonato Mundial en Sesimbra (Portugal) y el primer europeo tenĂa lugar en MaliLosing (ex-Yugoslavia) en 1957. Dos años mĂĄs tarde, en MĂłnaco nacĂa la C.M.A.S. En nuestro paĂs, la FederaciĂłn Española de Pesca y el Club NataciĂłn de Palma se hicieron cargo de la organizaciĂłn del segundo campeonato euroafricano (1955); mientras que el primer Campeonato de España, ganado por el mallorquĂn BartolomĂ© Piquer en aguas de PalamĂłs, tenĂa lugar en el año 1956 y el de Catalunya y Baleares se celebraban respectivamente en 1955 (Rosendo Valls) y 1956.Â
En 1960 se creĂł la FederaciĂłn Española de Pesca y de Actividades SubacuĂĄticas que se estrenĂł con la organizaciĂłn del Campeonato Mundial de AlmerĂa (Gomis 1961); durante Ă©ste año, se realizĂł en Barcelona, organizado por la A.P.S. y el C.R.I.S., el Primer Congreso Mundial de Actividades SubacuĂĄticas. En 1967 se creĂł la FederaciĂłn Española de Actividades SubacuĂĄticas, siendo su primer presidente L. Ma. PuyĂł, y las correspondientes regionales. Â
A comienzos de los sesenta las tĂ©cnicas de pesca se han sofisticado considerablemente. La profundidad exige no tan sĂłlo condiciones fĂsicas sino recursos tĂ©cnicos y el medio competitivo nacional e internacional hace circular rĂĄpidamente las nuevas ideas y materiales. Dos ejemplos, en el VI Campeonato de España (Palma de Mallorca, 1961) se discute sobre las ventajas e inconvenientes de los llamados sistemas «catalĂĄn» y «mallorquĂn»: el primero consiste en llevar el cinturĂłn de lastre ligado a una boya, para facilitar el ascenso desprendiĂ©ndose de Ă©l en el fondo para recuperarlo posteriormente, mientras que el segundo incorpora lastre al la culata del fusil sujeto a la boya; estas tĂ©cnicas de descenso lastrado, practicadas tambiĂ©n por franceses e italianos -estos Ășltimos ya lastraban sus fusiles en 1955 en el II Campeonato de Europa-, no eran las Ășnicas y en el Campeonato de Europa de 1960, el brasileño Hermany, que se proclamarĂa campeĂłn mundial tres años mĂĄs tarde en Rio de Janeiro, se ayudaba de un lastre suplementario sujeto a la boya por una cuerda para descender mĂĄs rĂĄpido los primeros 15 metros y remontar sin esfuerzo, pescando de este modo a -30. Â
Por estas mismas fechas, franceses e italianos aparecen usando el tridente, eficaz para tiro corto e instintivo sobre pez pequeño y en agua sucia, que habĂa sido considerado tradicionalmente por nuestros pescadores mĂĄs propio de principiantes. Durante la Semana Grande de Ustica (1962), en la que Maiorca establecerĂa el record de inmersiĂłn a pulmĂłn libre en -51 m. y Noguera recibirĂa el Tridente de Oro, los fusiles de aire comprimido españoles Nemrod y Copino son los mejores, los franceses utilizan tan solo de muelle y los italianos, pese a disponer del potente Alcedo y presentar Mares su Ășltima novedad en fusil de aire y agua, el SĂșper-Jet, no superan a los nuestros, que mantienen el prestigio conseguido años antes en el mundial de Sesimbra (Portugal, 1958). Â
España obtiene los primeros galardones internacionales: Mairata, Pol y Bonet se hicieron con el primer campeonato euroafricano (Bastia, 1956); Bernardo MartĂ es segundo y nuestro paĂs primero por equipos (MartĂ, Dolç, Noguera) en el Campeonato Mundial de Malta (1959) y el mismo equipo es subcampeĂłn en el europeo de Sicilia (1960); en el mundial de AlmerĂa (1961), Gomis es primero, Noguera segundo y España vencedora por equipos; Gomis vence en dos ediciones del euroafricano (Ustica 1968 y Mallorca 1970). Â
Los pescadores mallorquines -a los citados habrĂa que añadir otros como Muntaner, Ballester o Piquer- sientan las bases de su tradicional superioridad, tan solo Noguera y, en ocasiones, algĂșn otro catalĂĄn, SĂĄnchez Madriguera o Boronat, el menorquĂn Florit o el vasco Aldecoa pueden plantarles cara. La situaciĂłn no ha variado desde entonces y, con el tricampeĂłn mundial (CadaquĂ©s 1973, Brasil 1981, Muro 1985) JosĂ© Amengual, que habĂa debutado en el campeonato de España en Rosas 1963, a la cabeza, los RamĂłn, Carbonell, March, Sans, etc., han tomado el relevo y ejercen su hegemonĂa desde entonces. Â
Pero el excelente nivel alcanzado en AndalucĂa, Cantabria, Catalunya, Menorca, Valencia, etc., permite, de tanto en tanto, que las primeras plazas hayan sido y sean copadas pescadores como Lachica, Prieto, Gordo y PĂ©rez, RossellĂł, Ferrer, respectivamente. MenciĂłn aparte merecen los dos mejores pescadores de la actualidad, el asturiano José Viña, dos veces campeĂłn de España (GijĂłn 1994; San SebastiĂĄn 1995), campeĂłn de Europa (Peniche, Portugal 1993), campeĂłn y SubcampeĂłn del Mundo individual (Illo, PerĂș 1994; GijĂłn 1996) y en las dos ocasiones por equipos; y el mallorquĂn Pedro Carbonell, sobrino del mĂtico Amengual, con sus tĂtulos de CampeĂłn de España individual (La Coruña 1990; Sant Andreu de Llavaneres 1996) y por parejas (BenalmĂĄdena 1989), CampeĂłn de Europa (BenalmĂĄdena 1990) y del Mundo individual (GijĂłn 1996, TahitĂ 2000) y por equipos (Ilo, PerĂș 1994; GijĂłn 1996; TahitĂ 2000). Â
El pescador submarino tiene ahora donde elegir su equipo en las inumerables tiendas de pesca submarina, pues la proliferaciĂłn de marcas le ofrece en el mercado gran cantidad de material. Si bien es cierto, y lo hemos visto, que lo fundamental del equipo habĂa sido definido rĂĄpidamente, no lo es menos que la oferta ha ido incorporando novedades, respondiendo a exigencias dictadas por nuevas tĂ©cnicas de pesca y el cambio de comportamiento de los peces, cada vez mĂĄs esquivos. Pese a la perfecciĂłn alcanzada por los equipos de serie, es comĂșn observar, en el circuito de competiciĂłn especialmente, la existencia de «soluciones» no comercializadas con las que los pescadores «personalizan» su material y extraen partido de su propia experiencia, prosiguiendo la tradiciĂłn de los «gogglers».Â
En la actualidad, fabrican sus productos en nuestro paĂs Nemrod, Practisub, Inosub, Picasso, Marc Valentin en competencia con las grandes marcas italianas Cressisub, Mares, Omer, Seac, Technisub, etc. y francesas Beuchat, Sporasub-Dessault, Sclapez, Cavalero, Scubapro, Topstar, etc.Â
Todas ellas disponibles al alcance en cualquier tienda de pesca submarina del mundo.
Presente: ÂżUn pasado sin futuro?
Desde una perspectiva estrictamente deportiva no cabe ninguna duda de que la pesca submarina goza de esplĂ©ndida salud. La evoluciĂłn tĂ©cnica, el nĂșmero de practicantes y de clubes y los Ă©xitos de nuestros campeones en la competiciĂłn internacional asĂ lo demuestran: la inteligencia y la intuiciĂłn definen los nuevos tipos de pesca, la preparaciĂłn fĂsica y mental permite bajar mĂĄs que nunca, Carbonell, Viña y March son los vencedores en los tres Ășltimos campeonatos de Europa y el equipo español es campeĂłn de Europa y del Mundo. Pero no es mirĂĄndonos exclusivamente a nosotros mismos cĂłmo entenderemos la situaciĂłn presente y afrontaremos el futuro en las mejores condiciones. Hay que sacar la cabeza de debajo del agua y reflexionar.
La historia de la pesca submarina no se ha escrito aisladamente, sus protagonistas la vivieron inmersos en los problemas de su tiempo. AsĂ ha sido y asĂ serĂĄ, pero, hoy mĂĄs que nunca, su evoluciĂłn vendrĂĄ marcada por la evoluciĂłn sociocultural y, desde los años ochenta, por la irrupciĂłn del pensamiento ecologista. La pesca submarina ha de revisar su propio comportamiento y recuperar sus esencias, definir una nueva Ă©tica, a la vez vieja y nueva, de raĂces deportivas, lĂșdicas y ecolĂłgicas.
SĂłlo asĂ puede alinearse junto a los defensores del mar, su fauna y flora, como patrimonio de la humanidad, desde una perspectiva cientĂfica y defenderse sin complejos del ecologismo irracional. Porque la amenaza reside en el falso ambientalismo, en el integrismo fundamentalista de lo que ha dado en llamarse ecosofĂa, en quienes tienen como argumento supremo satanizar y criminalizar la captura de un pez. Mejor dicho, el peligro reside en el crĂ©dito que le conceda la opiniĂłn pĂșblica y el uso que de esa presiĂłn hagan determinados sectores de negocios y, sobretodo, Administraciones timoratas y ĂĄvidas de chivos expiatorios y golpes de efecto. La suspensiĂłn del Campeonato Mundial que debĂa haberse celebrado en el Cap de Creus (1992) y la prohibiciĂłn -afortunadamente ya derogada- de practicar la pesca submarina en la costa gallega son dos ejemplos recientes y suficientemente explĂcitos.
Es radicalmente necesario denunciar las causas reales del empobrecimiento de nuestros mares, la sobreexplotaciĂłn por la pesca industrial, la contaminaciĂłn y la sobresaturaciĂłn de la costa. Tanto como explicar en quĂ© consiste nuestro deporte y cuĂĄl es su real incidencia sobre la fauna marĂtima. Esta es la cuestiĂłn fundamental para situar la cuestiĂłn en sus justos tĂ©rminos y olvidarlo y enzarzarse al tiempo en debates sobre cĂłmo, quĂ© y dĂłnde debemos pescar equivale a hacer nuestro el autolesionismo.
Pero la pesca submarina hoy, al igual que a lo largo de su historia ha ajustado su comportamiento al desarrollo tecnolĂłgico y a la modificaciĂłn de los hĂĄbitos de los peces, debe ajustar su prĂĄctica a las preocupaciones socioculturales dominantes. Por ello, en un mundo irremediablemente mediĂĄtico, debemos afinar nuestro mensaje, cuidar nuestra imagen y, lo que es aĂșn mĂĄs importante, depurar nuestro comportamiento desde la nueva Ă©tica de la pesca submarina. Desarrollar una nueva sensibilidad, mucho mĂĄs respetuosa con la legislaciĂłn, reglamentaciones, tallas mĂnimas, etc.; erradicar la venta del pescado; aprender a convivir con vedas y zonas protegidas no discriminatorias, etc.; estudiar nuevas normativas para las competiciones (determinaciĂłn y preparaciĂłn de zona, sistemas de puntuaciĂłn…); limitar el peso mĂĄximo de las capturas por pescador y dĂa; acotar el uso de ingenios mecĂĄnicos y electrĂłnicos, etc. son medidas a estudiar en un proceso de autoeducaciĂłn que deberĂan promover los propios pescadores, clubes y federaciones. A.P.S. y C.R.I.S. ya dieron ejemplo a fines de los años cincuenta promoviendo, no sin polĂ©mica en su momento, la prohibiciĂłn de la pesca con escafandra.
Los ataques que recibe la pesca submarina desde posiciones genĂ©ricamente denominadas «ecologistas», a menudo conducen al pescador a una actitud recĂprocamente hostil e indiscriminada. Es un grave error. Con los ecologistas autĂ©nticos compartimos el amor por el mar y la naturaleza y el objetivo bĂĄsico: su defensa. Debemos distinguir entre enemigos y amigos o amigos potenciales. Por convencimiento y por supervivencia debemos sintonizar con los tiempos que vivimos y la educaciĂłn medioambiental deberĂa acompañar a la formaciĂłn tĂ©cnico deportiva en todos los cursillos que se ofrecen a los pescadores submarinos. Junto al cumplimiento de la normativa sobre zonas, fauna y material, el pescador debe aprender a ser igualmente respetuoso en sus hĂĄbitos; por ejemplo, evitar vertidos de aceite o gasolina de los motores, regresar a puerto con los desperdicios, plĂĄsticos, latas, etc. o no arrojar las pilas de las linternas al agua, etc.
Volver a pescar por el placer de pescar y hacerlo convencidos de que protegiendo el mar nos aseguramos el futuro; entender el mar como patrimonio colectivo a disfrutar y a transmitir a futuras generaciones. He aquĂ la clave y el punto de encuentro con todas las disciplinas deportivas que lo disfrutan, cada una a su manera, y con las actividades profesionales que encuentran en Ă©l su sustento. Como no existe un pescador que no sea un enamorado del mar, conseguirlo no es una utopĂa.
Siempre y cuando lleguemos a tiempo.